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viernes, 29 de julio de 2011

SAO PAULO, POR AIRE Y POR TIERRA...

Por: Milagros Sánchez Pinzón. Semanario Culturama


La travesía desde Santa Cruz de la Sierra, Bolivia,  hasta Brasil resultó muy interesante, pues la aerolínea hizo  una escala en Campo Alegre,  capital del estado de Mato Grosso del Sur, cuya descomunal llanura solo era interrumpida por los numerosos afluentes del  río Paraná. 

 
Sobrevolar esta región occidental del Brasil nos permitió visualizar el gigantismo de este  país,   que ocupa la quinta posición territorial en todo el planeta al  registrar 8.5 millones de kilómetros cuadrados, es decir, casi 120 veces la superficie de Panamá.
Desde el aire, Sao Paulo comenzaba a tomar la forma de la potencia demográfica y económica que es.   Miles de edificaciones albergan a los 20 millones de habitantes que la pueblan y la conviertan en la décima ciudad más rica de la Tierra,  aunque por ello no deje de tener a  las inframundas favelas que también contemplamos desde las alturas.
Ya en tierra, percibo que no se trata de otra ‘selva más de cemento y acero’, aquel tipo que rechazo si tengo que elegir entre ésta y una verdadera selva tropical.  Los paulistas imprimen a su metrópoli un sello diferente.  
Hace cuatro meses utilicé el Metro de Madrid para ir del Aeropuerto de Barajas a la populosa Gran Vía.  Ahora   viajo  en el Metro de Sao Paulo para ir de la Vía Paulista hasta la Estación Rodoviário donde se encuentra la línea de transporte que me permitirá llegar  hasta Foz de Iguazú (las cataratas de Iguazú, en la zona de la Triple Frontera, entre Brasil, Argentina y Paraguay).
¡Cuánto contraste entre los usuarios de ambos Metros!  Los europeos son gente fría, casi hermética, cada uno en su mundo: escuchaban sus ipod, tecleaban sus blackberrys, se ensimismaban en sus libros…  Los paulistas, por su parte,  se conducen de otra forma: están en contacto con su derredor y son pocos los que se  entretienen con su móvil (quizás también influye  que estos dispositivos superen los 1000 reales).   
En los  rostros brasileños no se nota esa tensión, esa angustia, ese no me importa con el resto del mundo que se desdibuja en los madrileños.  Parece que en  la Madre Patria,  el 21% de desocupación, la reducción de los salarios y otras draconianas medidas económicas se trasluce día a día en los millones que se mueven en el Metro, mientras que acá, a pesar de tener Sao Paulo sus propios problemas socioeconómicos,  la filosofía de la vida de esta gente es diferente.
¿Y sobre la comida paulista? Unos amigos me escribieron para decirme que se cuenta entre las mejores y creo que así es.   ¡Qué sabores, qué diversidad!   Por primera vez he pagado por el peso de lo que como… y este pueblo es tan abierto que tienen letreros  en los restaurantes donde señalan que se puede visitar la cocina. Me han dejado recorrer una tan pequeña pero de donde salen cientos de exquisitas viandas. El mismo gerente me atendió con una amabilidad extrema, pero no ha sido solo él,  todos a quienes usted se acerque para solicitar información  le tratarán con cordialidad y una sonrisa en los labios. 
Lo poco que he visto en Sao Paulo me deja satisfecha. Parto ahora a recorrer 1,000 kilómetros en un autobús de TransBrasil  hasta Foz de Iguazú. Allá me espera el sistema de cascadas de mayor caudal del mundo y la Garganta del Diablo, con su salto de 80 metros...

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