Por: Milagros Sánchez Pinzón. Semanario Culturama.
Existen dos Londres, la capital británica y un pequeño caserío de Gualaca, en Chiriquí. Mientras que el primero está poblado por 7.5 millones de personas y su contaminación áerea está entre las peores de Europa, el segundo solo tiene 50 habitantes que respiran aire puro, barrido constantemente por las brisas húmedas de las montañas.
Muy pocas personas conocen al Londres panameño. El río Gualaca lo bordea por el oriente; el Cerro La Jaba (1,300 m.), por el occidente y el exuberante Cerro Hornito, con sus 2,102 metros sobre el nivel del mar, lo flanquea al norte.
Desde que al agricultor Leonidas Patiño, allá por la década del cuarenta, se le ocurrió denominar con el mismo nombre de la metrópoli inglesa a estas tierras intermontanas, los londinenses chiricanos se dedican básicamente a la cría de ganado de leche y ceba, aunque producen para el autoconsumo: maíz, frijoles, naranjas, yucas, ñames, ajíes, otoes, guineos, plátanos, gallinas, puercos.
Curiosos por verificar si realmente en esa región coexiste una veintena de saltos de agua, acordamos con Efraín González encontrarnos a las siete de la mañana del martes 2 de febrero de 2010, en la entrada de Londres, en la vía transístmica que une a Chiriquí con Bocas del Toro. Candelario y Pancho Julio eran los caballos pertenecientes a los González que nos ayudarían en la larga faena por los cerros y valles del septentrión gualaqueño.
Al recorrido por Londres se sumaron Héctor González y Gadiel Del Cid, lugareños cuyas manos endurecidas atestiguan el rudo y férreo trabajo que desempeñan desde el amanecer hasta ponerse el sol. Y es que ellos conocen cada rincón de esas montañas los cuales describen, orgullosos, a los foráneos. Para ellos su riqueza está en esos suelos.
El quinteto expedicionario avanzó por la margen izquierda del río Gualaca en busca de las caídas referidas. Primero nos topamos con El Salto del Toro (llamado así porque uno de estos vacunos fue arrastrado por la corriente y logró sobrevivir). Este es un espectacular sistema de saltos -en caída de 45º- que se despliegan por casi 300 metros. El lecho rocoso aflora en bloques escalonados y origina charcos de tres a cuatro metros de profundidad, verdaderos balnearios de límpidas aguas que durante la estación lluviosa soportan más caudal.
Luego nos encontramos con Los Gemelos I y Los Gemelos II, estos últimos bifurcados en una caída libre de casi diez metros. Como a un kilómetro, río arriba, nos sorprendió El Túnel, imponente cascada de 12 a 15 metros que se desparrama por una pared coronada con dos masas pétreas semiredondeadas que parecen suspendidas en el aire, a punto de desplomarse. Muy cerca de este salto descubrimos una roca con restos marinos fosilizados, prueba de que el istmo de Panamá estuvo sumergido en el fondo del mar hace millones de años.
Charco de la Canoa creado por la Quebrada Brazo Sucio, un afluente del río Gualaca, fue el último de los puntos visitados. Aunque el periplo consumió nueve horas a caballo y dos a pie, no pudimos cubrir toda la zona, Allá todavía nos esperan los chorros de Brazo Tigre, La Pita y Las Nubes.
La jornada la culminamos en casa de Héctor González y su madre Lika Castillo, al mejor estilo de los londinenses chiricanos: con sancocho repleto de suculentas verduras, arroz con guandú, gallina de patio y chicha de guineo. Todo, exceptuando el arroz, fue producido por ellos, por eso reclaman que se construya una verdadera carretera hasta su pueblo, para poder mercadear lo extraído de sus tierras y rechazan la instalación de una hidroelécttrica que arrancará el 90% del agua del río Gualaca para dejarles el "ridículo" 10% de caudal ecológico. Están seguros que con esa explotación hídrica las lisas, los robalos, las mojarras y sábalos que todavía pescan en esa corriente desaparecerán para siempre y los manantiales y ojos de agua que brotan por doquier en esas montañas se extinguirán. Los londinenses de Gualaca entonces se parecerán a los de la Gran Bretaña: tendrán que comprar agua embotellada.
* El río Gualaca nace en las estribaciones del Cerro Hornito, a más de 2,000 m.s.n.m. y se desplaza de norte a sur por 34.5 kilómetros hasta depositar sus aguas en el río Chiriquí, a 36 m.s.n.m.
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