Por: Milagros Sánchez Pinzón. Semanario Culturama.
La humedad penetra por los poros desde el momento en que se adentra por el bosque de galería que encierra uno de los tesoros hídricos más impresionantes de las tierras de Cordillera, corregimiento del distrito de Boquerón, en la provincia de Chiriquí.
A una altitud de 1 275 metros sobre el nivel del mar, el sinuoso río Bregué salta caprichosamente un escalón de casi 80 metros, en su rápido avance hacia el punto donde convergerán sus aguas con las del río Macho de Monte. En ese portentoso desprendimiento la masa líquida es tan abundante que una tenue e incesante lluvia baña a quienes se atreven a contemplarla desde su falda derecha. Ráfagas de viento se encajonan de modo intermitente en ese valle labrado por el Bregué y logran arrancar de la "cabellera de agua" finas partículas que se remontan (cual copos de nieve) a varios metros de distancia.
Para conocer la cascada del Bregué se debe llegar a la comunidad de Cordillera (ubicada a una hora y treinta minutos de la ciudad de David, en la ruta La Concepción-Volcán, y se gira a la derecha por la entrada de Cuesta de Piedra). En el poblado se hace obligatorio localizar al lugareño Juan "Pepe" Batista, uno de esos hombres férreos y trabajadores que no pueden vivir alejados de la tranquilidad de las montañas.
El servicial Juan Pepe indicará la trocha abierta en el bosque que conducirá hasta el majestuoso chorro. La expedición no es sencilla; se han amarrado alambres en los tramos más difíciles para ayudar en el proceso de descenso y ascenso (una pendiente de unos 45 grados que se prolonga por más de cien metros). Al llegar a la ribera izquierda se camina corriente arriba -por casi un kilómetro- hasta encontrar, empotrado en una estructura de basalto gris, el Chorro del Bregué.
El salto de agua es arrollador. Aunque hemos alcanzado este sitio cuando casi finaliza la estación seca (abril), la cascada se mantiene rugiente y ensordecedora; asombra la fuerza con que se despeña. La presión es tan briosa que ni el más osado de los nadadores se atrevería a sumergirse en el pozo natural, de varios metros de profundidad, formado por la acción hidráulica.
Después de contemplar en silencio el casi místico espectáculo, queda tiempo para sentarse sobre una roca, escuchar los variados cantos de las aves y contemplar el colorido de las mariposas y de las flores silvestres. Aterra solo pensar que un día, quizás no muy lejano, ese paraje pueda ser horadado por las voraces máquinas de uno o varios neocapitalista quienes, en su afán inagotable de lucro, destruirán para siempre esa apacible y mansa belleza edificada a lo largo de miles de años por las aguas impetuosas del Bregué.
Bromeliáceas, plantas nativas de las regiones umbrosas, cálidas y húmedas de América tropical. Crecen sobre los árboles, acomodadas en las horquillas de las ramas y en las excrecencias de la corteza.
El río Bregué nace a 3 200 metros sobre el nivel del mar, en las estribaciones del volcán Barú, y desemboca en el cauce del Macho de Monte. Juntos fluyen hasta el río Piedras.
Fotos: Milagros Sánchez Pinzón
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