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martes, 2 de agosto de 2011

COSTUMBRES EN LA TRIPLE FRONTERA...

Por: Milagros Sánchez Pinzón. Semanario Culturama.


Paciencia… una hermosa palabra que pocas veces aplico a mi vida y  que el estado del tiempo  en Foz de Iguazú me está obligando a aferrarme a ella, pues nuevamente las nubes cargadas de agua se desparraman sobre la zona impidiéndome trasladarme en condiciones adecuadas hasta las cataratas de Iguazú, ubicadas  a solo 30 kilómetros del punto en que me encuentro.
 
Debo aguardar un día más y ocupo las horas  en  conocer la Ciudad del Este, en Paraguay,  que forma parte de la Triple Frontera junto con Foz de Iguazú (Brasil) y Puerto Iguazú (Argentina). Esta ciudad, con unos 340 mil habitantes, se sustenta básicamente por el turismo de compras  y las agroindustrias; es considerada la  tercera mayor zona de comercio libre del mundo,  después de Miami y Hong Kong.
En autobús desde Foz, solo tardo unos 30 minutos y no requiero sellar mi pasaporte en la migración de ambas naciones.  Al descender del colectivo percibo ese dinamismo característico de otros pasos fronterizos, mas advierto algo distinto: por todos lados  pululan motocicletas amarillas.  Se trata de unos mil hombres jóvenes en moto taxis que brindan el servicio a los turistas y locales; resultan mucho más eficientes en medio un tráfico casi  incontrolable.   ¡Qué rodante particularidad!
Recorro durante varias horas las principales calles repletas de brasileños y argentinos (ellos se cuentan entre los principales visitantes); gente que compra electrodomésticos, celulares, ropa, calzados, balones de fútbol, churrasquitos, colchas y chipá, ese pancito de yuca  con queso, manteca y sal, visto como el plato sagrado de los guaraníes y que muchos soportan sobre sus cabezas. 
Me indican que en esta ciudad, llamada hasta 1989 Puerto Presidente Strossner, un Blackberry de los más baratos se adquiere por  200 a 300 dólares, mientras que en el lado brasileño el mismo artículo puede alcanzar los 500 a 600 dólares.  El salario mínimo en Paraguay es de 423 dólares, en Brasil de 545.   Aquí se nota que corre el dinero, mientras debajo de los puentes también se aprecian los desamparados.
Abundan las casas de cambio. Se  compran y venden euros, dólares, reales, pesos argentinos y guaraníes.  Yo cambié cada dólar a 3,670 guaraníes, por 13,000 guaraníes (unos 3.54 dólares) podía comprar una Coca Cola y una hamburguesa de soya.
De aquel lado, la conciencia ecológica no es tan acendrada como en el lado brasileño, acá en cada esquina aparecen los recipientes multicolores del reciclaje.
Muchos paraguayos son  supersticiosos. El 1 de agosto comienza el tiempo de “mala suerte” y por eso venden en  las calles una bebida llamada carrulim,  compuesta por caña, ruda y limón (las siglas forman la palabra carrulim).  Consumir esta pócima evitará el “maleficio” del octavo mes y purificará la sangre. Por andar de curiosa y fotografiando el costumbrismo de la Ciudad del Este,  me dieron a beber un sorbo del fuerte brebaje.
Cansada un poco por la temperatura de 12 grados centígrados que me ha acompañado en mi caminata por la Ciudad del Este, retornó a Foz tras una larga fila de vehículo…   Espero que el sol de mañana decida alumbrar con toda su brillantez el lado oriental del inmenso río Paraná. 
Norma Jiménez vende chipá en la Triple Frontera a 10,000 guaraníes la bolsita
A la izquierda, Foz de Iguazú (Brasil).
A la derecha Ciudad del Este (Paraguay). Foto tomada desde el puente del río Paraná, limite natural entre ambas naciones.







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