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sábado, 6 de agosto de 2011

EL GRAN BUENOS AIRES, UNA CIUDAD CON CARACTER...


Por: Milagros Sánchez Pinzón.  Semanario Culturama.

El Crucero del Norte consumió casi veinte horas  en desplazarse desde Foz de Iguazú (Brasil) hasta Buenos Aires,  la capital argentina. 

Fue un viaje agotador,  aunque la comodidad del autobús ejecutivo (sillas-camas, con cobijas, almohadas y una cena acompañada de vino o champaña),  mitigó un poco la larga travesía  de 1,290 kilómetros, trayecto en el cual fuimos descubriendo algunas características del paisaje humano y natural de una pequeña porción del territorio septentrional argentino: pueblos de tierra colorada, casas de ladrillo, extensos bosques, plantaciones de cítricos,  biofábricas, industrias madereras,  enormes lagos y  ríos… 
 
El amanecer del jueves 4 de agosto nos recibió en la Gran Terminal del Retiro de Buenos Aires.  Aquí, casi de inmediato, nos percatamos que  la vida es menos cara que en Brasil.  El cambio está a 4 pesos argentinos por dólar.  Con esta buena noticia  nos tomamos un descanso y programamos para el siguiente día un recorrido por  las principales calles de la ciudad.

Buenos Aires: 11:00 a.m. Armados con un mapa iniciamos nuestro periplo por la capital argentina. Se observa rápidamente que tiene personalidad,  carácter; los edificios son complejos, eclécticos, desde el art deco hasta el art nouveau, desde el barroco  hasta el  neogótico moderno y no faltan los rascacielos.

La temperatura de 7 grados nos obliga a abrigarnos fuertemente (guantes, bufanda, botas, sombrero).  Hacemos nuestra primera parada en la Casa Rosada, la sede del gobierno federal, donde decide los rumbos de la nación la presidenta Cristina Fernández de Kischner.   Dicen que el color tan peculiar del edificio viene desde el siglo XIX, cuando se mezcló pintura con cal reforzada en sangre bovina.
Una enorme bandera albiceleste ondea en la calle frente al Palacio Presidencial y ella me recordó que  representa  a mi equipo favorito en los Mundiales de Fútbol.


Me detengo en algunas  esquinas. Tomo fotografías y grabo algunos videos de las congestionadas calles, del Paseo Colón, de la Plaza de Mayo, de la 9 de julio, de Corrientes, de Lavalle, de  la Juan Domingo Perón...  ¡Cuánta gente, por algo las estadísticas arrojan  casi 3 millones de personas en el centro de la ciudad y 12 millones en todo el  aglomerado urbano del Gran Buenos Aires!  Casi todos son blancos y de finos rasgos, denotan la enorme influencia étnica de los europeos en el mestizaje de este pueblo.



Entre las Avenidas Corrientes y 9 de Julio diviso el Obelisco, un Monumento Histórico Nacional, ícono de la ciudad bonaerense, que se yergue hasta los 67.5 metros; fue construido para conmemorar un aniversario de la fundación de la ciudad.  Aquí, unos chicos argentinos y otro canadiense me ayudan con la cámara.
Visito una de las numerosas librerías, esta urbe es famosa por ellas,  y adquiero una obra de Soren Kierkegaard y otra de Arturo Uslar Pietri ¡a qué precios!  Si pudiera me llevaría varios, pero el dinero y las maletas no abundan. 


También contemplo la Catedral Metropolitana,  muy cerca a la histórica Plaza de Mayo, el escenario de los más sucesos más trascendentales del país. 

En la Avenida Florida,  se aglomeran los vendedores y artesanos ambulantes.  Ofrecen de todo, especialmente artículos para esta temporada de invierno, objetos de cuero  y otros materiales. Músicos rastafaris y cantantes de protestas alegran  y entristecen con sus melodías a los transeúntes.


Frente al Teatro Colón, uno de los escenarios de óperas más importantes del mundo por su tamaño, acústica  y trayectoria, unos chicos en motocicleta realizan todo tipo de piruetas para llamar mi atención al ver que tomo fotografías. Aprovecho su euforia para pedirles un saludo que aparece en esta grabación:


Para finalizar, converso con Marisa, una chica que ofrece jugos naturales en un negocio y con don Alfredo, de casi 80 años. Ambos han oído de Panamá; ella sabe de sus playas y quisiera ir algún día… él adora el calor del trópico istmeño… Me alegra que escucharan de mi nación, en Paraguay, un taxista ni siquiera sabía que existíamos.
Después de cinco horas caminando por esta vibrante e intensa metrópoli, con sus teatros, cafés, librerías, tangos show, asados y los más diversos negocios,  me detengo para  procesar tanta información.  Mañana trataré  de encontrar otros  escenarios de esta magnífica ciudad. 

 Aunque me apasiona más la naturaleza, Buenos Aires es encantadora...






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