Fundado el 21 de agosto de 1988 en David, Chiriquí. República de Panamá

martes, 28 de diciembre de 2010

EN LA BOCA DE LOS ESPINOS...

Por: Milagros Sánchez Pinzón. Semanario Culturama.

Por años nos llamó la atención el sugestivo nombre: LA BOCA DE LOS ESPINOS, ese punto de la costa alanjeña* donde se produce la confluencia de los ríos Escarrea, Duablo y Chiriquí­ Viejo para, en perfecta triada, unir sus aguas a las del Mar Océano. Esta curiosidad se acrecentó al escuchar los relatos que, sobre el sitio, nos narraba el doctor Stanley Heckadon Moreno cuando llegaba a David para visitar a su querida madre, la maestra Manonga, y cuya vida estuvo estrechamente vinculada con aquellas feraces tierras del occidente chiricano bañadas por las portentosas corrientes mencionadas.
Sobre la Boca de los Espinos refiere el doctor Stanley: Por allá entraron mis abuelos luego de la Guerra de los Mil Dí­as. Por allá­ subió la gente de la Panama Sugar cuando iban a instalar el ingenio azucarero en un punto selvático del rí­o que se llamaría Progreso. Para nosotros, cuando se decí­a La Boca, era la Boca de los Espinos. Más allá estaba la Boca Brava. No sé ni cuántas veces cruce la Boca para ir de nuestra finca de Chiriquí­ Viejo  hasta Canta Gallo, nuestro puerto,  para salir por tierra hacia la estación de tren en La Pita, hacia Alanje y hasta la lejana David.
Continúa describiendo este prominente investigador y escritor del Instituto Smithsonian: "En Canta Gallo, en la finca de los Morales, dejábamos nuestro camioncito Fargo con el cual salíamos a vender plátano a David y hasta Boquete. Yo ganaba veinticinco centavos y hasta un peso por día de trabajo. No sé cuantas veces crucé la Boca para salir mar afuera, en los elegantes y marineros botes de madera de espavé hechos por el mejor carpintero de ribera de esos parajes, Juan "Bulla" Araúz, un nicaraguense. El habí­a aprendido en Darién el arte de labrar, con hacha y azuelas, el tronco de un gigantesco árbol de la selva. Conocí­a los misterios de la influencia de la luna en la madera, cuándo cortar y cuándo no cortar. Entre mis primeros recuerdos de infancia estuvieron el aprender a usar la palanca y el canalete, por horas, para subir y bajar en bote por esos ríos y esa Boca, en invierno y verano. Cuando íbamos a viajar, que requerí­a mucha planeación, tratábamos de cruzar La Boca de madrugada y estimando la repunta de la marea alta. Esa noche escuchábamos las mar y veí­amos la luna y rezábamos para que La Boca estuviese mansa y las olas chicas para que el bote no se nos voltease y perdiésemos la carga”.
“En mis temores de infancia los más grandes eran: perderme en la montaña, que me mordiese una culebra y voltearme en la Boca. En la confluencia de estos tres ríos y, con la marea, entraban muchos tiburones, pues como todos los ríos del Pací­fico las mareas son de gran fuerza y alcanzan casi los 15 pies de alto y en aguajes hasta 17 pies. Allá por 1952 mi abuelo trajo el primer motor fuera de borda que se vio en el Chiriquí­ Viejo. Entonces aprendí­ de mis tíos como manejar un bote con motor y algo de la mecánica. Por la Boca de los Espinos salí­amos al mar a pescar y poder salar y ahumar el pescado para el invierno. Por esa Boca, salíamos y entrábamos para ir a Puerto Armuelles, a vender nuestros productos agrícolas y comprar cosas del comisariato de la Bananera, unas cuantas medicinas en la botica de los Herrera, kerosín para nuestras lámparas de la casa y diesel para las guarichas del corral. La Boca era, pues, el punto geográfico de nuestra existencia , la mar y el río.
No podemos agregar mucho después de tan expresivo testimonio del doctor Heckadon, solo que el domingo 13 de septiembre de 2009 tuvimos la oportunidad de abordar la pequeña embarcación La Primavera, comandada por Oscar Delgado Aparicio, un nativo de Santo Tomás de Alanje, quien nos condujo por los manglares de Estero Rico y Carrizales. Pudimos contemplar ese ecosistema marino espectacular, la conjunción de las aguas dulces y salobres, los esbeltos y retorcidos mangles, las garzas tricolor, cangrejeras, blancas y azules.  Pero, sobre todo, ver y escuchar la potente descarga de las olas engendradas por la Bahía de Charco Azul cuando se lanzan contra la Boca de los Espinos e imaginar -años atrás- cuando mujeres y hombres valientes (como el doctor Stanley) sobrevivían en medio de esas aguas y esas selvas".

*** La Boca de los Espinos se encuentra a 35 minutos de la ciudad de David en la ruta Querévalos-Guarumal-Santo Tomás, distrito de Alanje. Desde Santo Tomás hasta el muelle de Estero Rico hay un camino de 5 kilómetros, aproximadamente, en muy buen estado durante todo el año. Informes con Oscar Delgado Aparicio, celular 6566-9454.



Playa Estero Rico, próxima a la Boca de los Espinos.
Fotos: Milagros Sánchez Pinzón
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