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lunes, 9 de julio de 2012

REMONTANDO LOS CAUCES DEL GARICHE...


Por: Milagros Sánchez Pinzón (mspinzon@gmail.com)

Un sombrero.  Esta vez es un sombrero especial el que me motiva a escribir estas líneas que narran nuestra aventura por Alto Gariché.  Y es que durante mi estadía hace unos meses por la caribeña isla de Sint Maarten, el capitán Livingston me obsequió un “chapéu” (sombrero en portugués) para que pudiera protegerme de los intensos rayos solares de los trópicos. El pensaba sobre todo en mi obsesión por aumentar mi lista de cascadas visitadas.  Por eso,  le debo este artículo, tal como lo hice con las Zpartanas.
Así que con mi cabeza protegida por este particular “chapéu” (un chambergo), partimos el domingo 8 de julio de 2012 hacia la cascada que -según el guía turístico Candelario Vargas- solo requería una caminata de 15 minutos desde la Interamericana, en la primera vuelta después de pasar la entrada de Santo Domingo y Divalá.
Acompañados por Gabriel Sánchez, vital compañero por su entrenamiento de unidad fronteriza, y mis alumnos Reydell Quintero y Edith Castillo, nos encaminamos hacia las aguas del Gariché, extraordinaria corriente que nace en la comunidad de Volcán a más de 1,000 metros sobre el nivel del mar e irriga un inmenso territorio antes de desembocar en el  Pacífico.
Resultó  fácil acceder a la cascada, que más tarde nos dirían le decían Tía Digna.   Se trataba de un salto de agua completamente vertical, de casi 50 metros, que se suma al cauce del Gariché y  en su punto de confluencia tiene muy próximos decenas de rápidos que incrementan la potencia de la corriente. Esa condición impidió acercarnos más  y por ello creímos estábamos disfrutando de una ecoaventura un poco “light”.

Sin embargo, después de sumergirnos un rato en esas verdes aguas, hacer “guerrillas”  y merendar rodeados de semejantes parajes, decidimos cruzar un zarzo y quedar en las tierras de Alto Gariché, donde  nos remontamos unos 500 metros por una quebrada hasta enfrentarnos a un muro rocoso por el cual discurría un pequeño pero potente chorro, el deleite de todos los exploradores.

No conformes con esto, seguimos avanzando por otros caminos para que Gabriel nos dirigiera  hacia el punto exacto donde se despeñaba la quebrada que daba vida al majestuoso salto de 50 metros.  La idea: tomar fotografías y grabar videos, propósitos que conseguimos  Edith y yo, sujetadas con una cuerda y amparadas por las fuertes manos del Lince todo terreno.



Parecía increíble que una corriente tan reducida pudiera desembocar en semejante cascada….  El paisaje desde ese punto era arrobador.


Con esta última experiencia, la ecoaventura no resultó tan “light”, consumimos en ella siete horas.  Podría escribir algo emocionante, compartirlo y sellarlo con un mensaje: no cuesta mucho abandonar la rutina diaria,  caminar y disfrutar de las bellezas cercanas a nosotros, lejos del mundanal ruido; eso sí,  no olvide enfundarse un buen sombrero.










Más fotos en: Facebook (Milagros Olimpia Sánchez Pinzón)


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