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viernes, 27 de julio de 2012

BAJO LA BANDERA INGLESA....


Por Milagros Sánchez Pinzón (mspinzon@gmail.com) ombysa

Saint  Lucia fue descubierta por Cristóbal Colón en su cuarto y último viaje,  el día que los católicos celebran a la santa de ese nombre, pero fueron los franceses quienes se encargaron de colonizarla y, más tarde, los ingleses, de determinar la historia reciente de la isla.

Arribé a este territorio insular de  616 kilómetros cuadrados en vuelo nocturno de la aerolínea LIAT.   Se trataba de un pequeña y antiquísima aeronave que resonó durante la hora y 15 minutos que duró el viaje de Sint Maarten al aeropuerto G.F. Charles, en Castries, capital de Saint Lucia.

EL CATAYA
A unos 15 minutos al norte de la terminal aérea está el Cataya, atracado en la Rodney Bay Marina. Sus “heridas” son mínimas, después del impacto que sufrió contra otra embarcación en el Mar Caribe, mas lo suficiente para destruir una pieza que le impide usar las velas.  Vital componente que el capitán Livingston traerá desde Francia, donde construyeron este magnífico modelo Amel.

Es en los siguientes días cuando puedo apreciar algunas características de esta isla caribeña de Sotavento, que tiene a Venezuela a unos 330 kilómetros al sur.   Lo primero que impacta es la abundante cubierta vegetal que conserva.  Aunque aquí la gente se dedica a la explotación del banano y  de la caña, resaltan los modernos edificios y las llamativas residencias empotradas entre las boscosas montañas.


Rodney Bay concentra el turismo en esta parte norte.  Cientos de naves con banderas de diversas nacionalidades anclan en esta protegida bahía. Los centros comerciales de la zona son en su mayoría Duty Free; existen  numerosos bancos y  restaurantes; la limpieza de las calles es notoria y no se observan mendigos. 



Como es la primera vez que me encuentro en un  territorio bajo la tutela de la Gran Bretaña,  me  resulta difícil adaptarme a la costumbre de que la circulación de los automóviles es por la izquierda y que el timón de los vehículos está a la derecha.   Esto me lleva investigar que  el 34% del mundo conduce así.



 Esta práctica se remonta a la Edad Media, cuando los caballeros tomaban sus lanzas con la mano derecha  y competían a la derecha del rival y lo mismo sucedió con los cocheros que utilizaban el látigo para fustigar a los caballos  con la mano derecha y  se desplazaban por la izquierda de las calles.   Pero con la Revolución Francesa  vino  la imposición napoleónica de conducir por la derecha (porque Bonaparte era zurdo) y  casi la totalidad de los países europeos, conquistados por Francia, adoptaron esta regla. La excepción: Inglaterra, nación que El Corso no logró conquistar y se mantuvo fiel a su tradición que, luego, exportaría a sus principales colonias de ultramar, como Saint Lucia, donde me encuentro.




Merodeando por Rodney Bay Marina me encuentro con  la lugareña Mary y  su esposo William Charles. El, subido a un árbol de mango,  los atrapa con una especie de canasta y se los pasa a ella,  quien los obsequia a todo aquel que desee.  He desayunado esta suculenta fruta casi todos los días.


Una  noche, disfruto de piezas de jazz ejecutadas por un dúo de bajo y piano desde la piscina del Ocean Club y observo a los cientos de personas de distintas partes del planeta que disfrutan en diferentes locales  de la brisa marina  y el relajante sonido de las aguas.  Y me preguntó ¿por qué no existen lugares como estos  en mi lejana Bahía de Charco Azul, si  allá también los  parajes son hermosos?









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