PALABRAS PRONUNCIADAS EN EL ACTO DE PRESENTACION DE LA OBRA “SER
CHIRICANO” POR EL DR. ALBERTO OSORIO OSORIO.
UNACHI, 25 de mayo de 2012.
El compilador
y editor de la obra “Ser chiricano” que hoy es lanzada para consideración de
los lectores, el entrañable amigo desde la infancia y distinguido economista,
asesor empresarial y catedrático universitario, profesor José Chen Barría, lo
mismo que el comité encargado de esta presentación me han honrado con la
responsabilidad de pergeñar algunos conceptos acerca del tema y problema del
ser chiricano.
Obra
multivaria es cierto, un nuevo asomo a la entidad en la cual nos vemos y somos
para emular la frase paulina.
Tema porque
hace 163 años esta región se erigía en provincia de la Nueva Granada. Obedecía
la decisión tomada en Bogotá a las reformas territoriales y administrativas de
un gobierno liberal –y con esta palabra expreso mucho- al promediar el siglo
XIX.
Sin embargo,
la denominación “Chiriquí” o “chiricano” halla sus antecedentes en épocas muy
anteriores que se remontan a la colonia hispánica y a la prehistoria aborigen.
Los
conquistadores invasores no hacen más que transcribir fonéticamente la
toponimia original tal cual sonaba a sus oídos nada habituados a las lenguas
nativas.
¡Chiriquí,
sonoro y dulce nombre inmemorial!
Tan arraigado
estaba en la memoria colectiva que los habitantes reclamaron la devolución
cuando en el altiplano andino surgió la peregrina iniciativa de llamarnos
provincia de Fábrega.
A simple
percepción, el sentimiento de “lo chiricano” parece una entelequia, un vocablo
flotante y sin asidero real, un chauvinismo local.
Con vuestra
venia pretenderé demostrar exactamente lo opuesto.
Un sentimiento
es de sí por una actitud de valoración, un pathos subjetivo, personal e
íntimo. Dichas características implican,
pues la individualidad relativa, jamás absoluta.
El sentimiento
no pertenece al ámbito racional que conlleva la universalidad objetivada. Platón expresó que solo hay gnosis de lo universal. Descartes añadió 20 siglos después que la
razón es la cosa mejor distribuida del mundo.
Pascal hace antítesis con su célebre sentencia: “El corazón tiene sus
razones que la razón no comprende”
Ahora bien,
ser o hacerse chiricano se desdobla en un saber de pertenencia a una tierra
singular. Especial, irrepetible en la reclinada geografía global de la patria.
Las progenies
que aquí se han sucedido y su multivaria diversidad humana se sienten, dentro y
fuera de los límites provinciales, propietarios e hijos de un terreño con atributos
ínsitos y palpables:
a. Feracidad
asombrosa,
b. Sistemas
pluvial y fluvial copiosos,
c. Paisaje
estético de deleite
d. Proliferación
de fauna y flora de incontables especies.
Ya nos lo
advertía el estudio geo-morfológico de Morritz Wagner. El maestro alemán afirma sin ampulosidades
literarias.
“Fertilidad
paradisíaca y la fisonomía de parque”
Y añade:
“Chiriquí
es… uno de los países más ricos en agua de toda la tierra”.
Breve, el
sentir de la chiricanidad, llamémoslo así, proviene de un anclaje concreto,
real, innegable, ecología gloriosa es su tangible prueba, la tierra que se
levanta desde la playa al páramo, de las suaves colinas y sabanas al monte
cordillerano de fuego.
Ser chiricano
no estriba en un valor abstruso, en un orgullo sin fundamento.
A lo largo de
centurias, cuantos arribaron de distantes latitudes hicieron de Chiriquí su
nueva raíz y hogar para sus vástagos.
Un mandato
bíblico permite el uso de la tierra y sus pródigos recursos a fin de que la
vida se desarrolle.
Señor de la
creación, el chiricano es el señor indiscutible de su Chiriquí.
Los recientes
graves conflictos por la tierra y las aguas nos advierten que utilizarlos nunca
equivale a degradarlos y menos destruirlos. Violentar la naturaleza exigirá un
proceso de restauración –si sucede- de muchas décadas mientras el hombre se ve
privado de las bondades que brinda y que son vitales.
Somos administradores
temporales que hemos de transmitir a las generaciones nuevas un tesoro intacto
y acrecentado con armonía y equilibrio.
María Olimpia
escribió su himno que es lección: “Bendigamos la madre que encierra, en su seno
gigante la vida”
Somos hijos de
un segmento del Istmo, sí, sin estreches regionalistas y con visión y visual de
porvenir.
Somos por los
de ayer, los próximos chiricanos serán solo en virtud de nuestro ser y hacer.
El
libro del Eclesiastés es explícito cuando enseña, milenios ha:
“Una
generación va, otra viene, pero la tierra permanece para siempre”
Ser chiricano
es un sentir específico y, al unísono, reclama una actitud de respeto al cuadro
natural que no hicimos y al orden social, económico y cultural en constante
cambio que es privativa producción nuestra.
Según he
intentado demostrar, ser chiricano es un privilegio y un reto. Lo primero por
el microcosmos que nos engendró; lo segundo porque la respuesta que demos a los
desafíos del presente depende de nosotros, única y absolutamente de nosotros.
En idioma
filosófico, ser es sustancia, continuidad, rasgo que define.
Ser chiricano
exige, aunque parezca paradójico, continuidad y cambio con sostenibilidad de
recursos y bella naturaleza renovable.
En el lenguaje
de la historia los tres tiempos del
tiempo son el recuerdo del pretérito, la acción actual y la esperanza del
futuro.
Justamente, en
la conjunción del sentimiento regionalista con la realidad natural y
antropológica se plasma nuestro mayor timbre de inmodesta altivez. SER
CHIRICANO.
LA OBRA SER CHIRICANO ESTA DE VENTA EXCLUSIVA EN EL SEMANARIO EDUCATIVO CULTURAMA, EN AVENIDA 6TA. ESTE, LA CALLE DEL FRESCO EN EL CASCO ANTIGUO DE DAVID.
LA OBRA SER CHIRICANO ESTA DE VENTA EXCLUSIVA EN EL SEMANARIO EDUCATIVO CULTURAMA, EN AVENIDA 6TA. ESTE, LA CALLE DEL FRESCO EN EL CASCO ANTIGUO DE DAVID.
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