Don Yeyo estableció en los años veinte, del siglo pasado, el Teatro Edén, en un edificio donde hoy se encuentra la Librería Regional, frente al Parque de Cervantes. Esta sala proyectaba películas mudas y se trasladó luego frente a los Largaespada (Ave. 5ta.), en un local del doctor Rodolfo Ross. Aquí fue llamado Teatro Yara, en honor del pueblo natal del galeno cubano.
Don Yeyo acostumbraba abrir las puertas del cine a quienes no tenían recursos, después de que entraban quienes sí podían pagar. El periodista Manuel Ramón Guerra recuerda que pagaba diez centavos para ver los episodios de las series de acción y de vaqueros que proyectaba el Yara, donde cabían más de cien personas. El Yara mantuvo su cartelera hasta 1932, cuando el doctor Paul Revesz abrió el Teatro Imperial, en la esquina de la Pensión Fanita (Ave. 5ta.), pero con la gran novedad de proyectar películas sonoras.
Esta sala de cine desapareció por un feroz incendió, en 1945. Tras la extinción del Imperial, nació el Teatro Alcázar construido por la Compañía de Guillermo Tribaldos, propietaria también de una cadena de cines en Boquete (Teatro Cumbre), La Concepción (Teatro Universal), Puerto Armuelles (Teatro Barú) y David (Plaza). Durante algunos años la Empresa Pascual, de la ciudad de Panamá, administró estas salas de proyección fílmica.
Alcázar, construido por la Compañía Tribaldos, a finales de los años cuarenta. Posteriormente se denominó Cine Imperial.
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