Me gusta visitar a mis queridos estudiantes de
Química, aquellos que solo atendí un semestre como asistente del Departamento
de Historia de la UNACHI, pero que por los gratos momentos compartidos me
motivan a mantenerme siempre en contacto.
Así que en una de las vueltas que les di por la
Facultad de Ciencias, me
preguntaron inmediatamente cuándo realizábamos una ecoaventura, de esas que no
son por obtener una nota sino por
pura pasión a la naturaleza.
Tanto entusiasmo juvenil y tantas energías de
chicas y chicos que son aplicadisimos en sus estudios, merecen que programe una
de estas giras donde se divertirán sanamente, en el estricto sentido de la
palabra, de modo que mi respuesta
fue: el próximo domingo.
A las 9:00 a.m. del domingo 9 de septiembre de
2012 llegaron a Culturama: Yonathan Víquez, Betzaida Batista, Geancarlos Santos, Anais Marrugo, Carlos
Suira, Sherlyn Petite, Henry
Jiménez, Isabel Robles, Jonathan Cerrud, Isamar Aguilar y Alexa Ramírez, todos estudiantes de Química, a los que
se sumaron: Santiago Aguirre, Reydel Quintero y Elvis Cabellos (de Geo. E Historia),
Indiana Johnson y Edith Castillo (de Turismo).
Una hora y treinta después, este grupo tan simpatico y que se
integró rápidamente, disfrutaba de las aguas del río Brazo del Estí que forma
un espectacular sistema de cascadas a la altura del caserío de Los Planes, a
unos 958 metros sobre el nivel del mar.
El servicio de viajes turísticos VIP, del amigo
Candelario Vargas, nos llevó a este punto donde solo se requiere caminar como
30 minutos para alcanzar el
primero de los saltos (de unos 10
metros de alto), pero que no es adecuado para bañarse porque el charco que
forma es pequeño y rocoso.
El segundo de los escalones de agua - de unos 8
metros- resultó el más atractivo para mis jóvenes exploradores. Alexa, Carlos, Santiago, Elvis,
Betzaida y Henry fueron todos unos clavadistas y se deleitaron en la profunda piscina formada por este
afluente del poderoso río Estí.
Mientras que, en el tercero de los saltos, el más ancho y por ello con un charco más extenso, casi todos los excursionistas se introdujeron en la fría corriente, aunque descubrimos en las rocas de la orilla la salida de aguas termales. Este fue el paraje donde la mayoría decidió devorar su almuerzo.
Como siempre, para descender al último de los
chorros y ver los pozos de aguas termales, solo elegimos a los más diestros
montañistas, ya que la zona es de derrumbes.
Efectivamente, deslaves recientes se han
llevado las tinas que se habían construido para contener las aguas térmicas y
los escalones del sendero casi han desaparecido. Yonathan Víquez y Santiago
Aguirre (este chico de San Lorenzo es muy diestro por la selva) nos acompañaron
para descender y tomar fotografías de la caída más alta, que creemos supera los
50 metros.
Después de cuatro horas por el exuberante
bosque de galería del Brazo del Estí y sus cuatro saltos, hicimos una parada en Los Cangilones porque,
sorprendentemente, varios de estos jóvenes universitarios no conocían esta
maravilla natural de Panamá y quedaron con ganas de volver pronto a Gualaca,
para sumergirse en esas esmeraldinas aguas.
Verlos felices, desestresados y maravillados ante
las bellezas escondidas en nuestras tierras, me recordó la frase de mi
recientemente desaparecido tío Natividad Batista: “Un día de excursión vale más
que un año en el salón”.
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