PALABRAS EN LA PRIMERA ENTREGA DE LA
MEDALLA
JUAN B. GÓMEZ AMADOR
A LA EXCELENCIA
CULTURAL
Por D. L.
Pitty
Señoras y señores:
Los organizadores de este significativo
acto cívico-cultural —que se propone resaltar los esfuerzos y aportes a la búsqueda
de la excelencia cultural realizados por el distinguido ciudadano José Chen
Barría, haciéndole entrega de la medalla que lleva el nombre de don Juan Bautista
Gómez Amador—, han tenido la gentileza de invitarme a decir unas palabras sobre
el sentido de la ceremonia y, de modo ineludible, en torno a la trayectoria
cultural y humana del amigo desaparecido hace un año, quien se caracterizó como
un luchador incansable por la cultura.
Desde joven, Juan
B., como lo llamaban sus amigos, fue un hombre consagrado a la vida, a las
palabras y a los libros. Para él la lectura era un placer esencial y un medio,
quizás sin parangón, de cultivo y elevación
espiritual.
Recuerdo que, allá por la segunda mitad
de la década del cincuenta del siglo pasado, dirigentes estudiantiles del Colegio
Félix Olivares que militábamos en la Federación de Estudiantes de Panamá, como
Roberto Kraus (+), Fabián Cubilla, Heraclio Sanjur, Julio Candanedo y Raymundo Pittí,
entre otros, formábamos tertulias y debates en el Parque Cervantes y en las
refresquerías del cine Alcázar y la Casita Blanca, en torno a coyunturas
políticas, corrientes de ideas, escritores y libros que leíamos.
Los nombres de Rodó, Martí, Ingenieros,
Hostos, Vargas Vila, Arévalo, Dostoievski, Gorki, Zolá, Sartre, Camus, Thomas
Mann, Neruda, Lin Yutang, Malaparte, Jan Valtin y Virgil Gheorghiu afloraban en
los diálogos. Y, por supuesto, obras como La
náusea, El muro, El extranjero, La peste, El canto general,
Los hermanos Karamazov, La madre, La piel, Kaputt, El patriota, La montaña mágica, La noche quedó atrás y La hora 25 eran objeto de atención y referencias.
Aunque era algunos años mayor que
nosotros y escribía artículos de opinión en el diario Ecos del Valle, Juan B. se acercaba algunas veces a las tertulias y
emitía comentarios sobre los temas debatidos, fuesen éstos históricos,
políticos, literarios, éticos o culturales. Así nació la relación entre el
adolescente que era yo y el adulto joven que era él.
Décadas después, tras muchas andanzas,
vicisitudes, adversidades, venturas y ejecutorias, que cada cual afrontó por su
lado, al reencontrarnos ambos, otra vez como residentes en el suelo natal, aquel
trato superficial y esporádico se transformó en limpia amistad y aprecio mutuo.
Entonces Juan B. publicaba su columna
“Al margen de los temas” en La estrella
de Panamá y después, durante varios años, apareció en El siglo, donde fuimos compañeros. Simultáneamente, Juan B.
producía el “Radioperiódico Impacto”, que se transmitía diariamente por Radio
Chiriquí, la radioemisora del legendario maestro Ramón Guerra, y gozaba de gran
sintonía.
Lo anterior quiere decir, pues, que
desde edad temprana Juan B. entregó al periodismo sus mejores afanes y
desvelos. Y no dejó de hacerlo hasta el final, como les consta a los presentes
y a todos los chiricanos. Además, procuraba compartir la información y los
conocimientos que había adquirido mediante la lectura.
Ahora bien, no se interpreten estas
palabras en el sentido de que él era uno de esos seudoilustrados (endémicos en
todas partes, como algunas plagas, insectos y malezas) que aprovechan la menor
oportunidad, venga o no venga a cuento,
para ostentar su pedantería de aparentes sabihondos “leídos y
escribidos”.
Juan B., por el contrario, habiendo
sido temprano oficiante de la lectura y asiduo concurrente a bibliotecas —al
respecto, recuerdo cuando, en los años sesenta, lo veía llegar, casi
diariamente, a la Biblioteca Nacional de la ciudad de Panamá, entonces ubicada
en el barrio de San Felipe, cerca del palacio presidencial. Luego supe que, durante
sus años en el servicio diplomático en Madrid y Buenos Aires, visitaba las
grandes bibliotecas y librerías de aquellas capitales—, no presumía de
ilustración, sino que más bien utilizaba el fruto de sus lecturas para intentar
comunicarse mejor con los demás.
Precisamente, porque comprendía que, en
su calidad de periodista y escritor, la lengua hablada y escrita era su
herramienta fundamental, Juan B. le concedía extremada atención a las
cuestiones lingüísticas, de modo particular al buen uso en el habla cotidiana y
a los aspectos ortográficos y sintácticos. Incluso en su radioperiódico
mantenía un segmento fijo de correcciones idiomáticas.
Este interés suyo explica por qué la
Academia Panameña de la Lengua lo distinguió con la designación de Académico
Correspondiente, y también por qué fue honrado con el Premio a la Excelencia
Periodística, en reconocimiento al trabajo de toda una vida.
Como ciudadano y hombre de intereses y
preocupaciones culturales, Juan B. no dejó de aconsejar y promover el hábito de
la lectura en la comunidad chiricana. Hasta regalaba libros, a entidades,
colegios y personas, cada vez que podía. Era un convencido de que la lectura es
el medio más efectivo y asequible para que cualquier persona se supere y
adquiera una amplitud de perspectivas que le facilite el desenvolvimiento en la
vida.
Y no le faltaba razón, por supuesto,
porque los libros son la memoria de la especie: en ellos está no sólo lo que
hemos sido, sino, en buena medida, lo que somos; y, además, contienen
prenuncios o atisbos de lo que seremos o podremos ser. En consecuencia, aunque parezca
hiperbólico o suene a disparate, se puede decir que, para toda persona sensible
y abierta a los horizontes espirituales, en el interior de cada libro palpita
la humanidad.
Ahora, en esa noble línea de
inquietudes y de afanes, un grupo de chiricanos ha tenido la plausible iniciativa
de crear un galardón a la excelencia cultural, destinado a resaltar los empeños
y los aportes de quienes se preocupan y luchan por elevar los niveles educativo
y cultural de la provincia.
En esta primera ocasión han escogido al
ciudadano José Chen Barría para que reciba la presea. Chen Barría es un
chiricano sobresaliente, sin duda, que siempre se ha mostrado interesado en los
asuntos esenciales de la provincia, entre los cuales, obviamente, figuran la
educación y la cultura.
Así, pues, la ceremonia que nos
congrega posee doble significado: por un lado, es un merecido reconocimiento a
los esfuerzos que ha desplegado José Chen Barría en pro de la educación y la
cultura en la provincia; por el otro, es un homenaje a la memoria del ilustre periodista,
escritor y noble amigo don Juan B. Gómez Amador, devoto de los libros y
promotor incansable de la lectura y de la superación personal permanente en
todos los niveles.
Juan B. murió veinticinco días después
de haber cumplido ochenta años de edad. Con motivo del onomástico, fueron
leídos en su radioperiódico unos versos de salutación que ahora comparto con
ustedes, para que pensemos o sintamos que Juan B. sigue en los quehaceres
cotidianos y esta noche está con nosotros:
A JUAN B., EN SU CUMPLEAÑOS
En Chiriquí, el periodismo
tiene un cultor
consagrado,
cuya vida ha dedicado
al país, sin egoísmo.
Le sirven para lo mismo
el micrófono, la pluma,
el juicio claro y, en
suma,
la cultura y el talento,
que alumbran su
pensamiento
aunque haya noche o
bruma.
Por la palabra y el acto
se conoce al hombre
honesto
y en Chiriquí es prueba
de esto
Radioperiódico Impacto.
Un programa fiel y exacto
en la verdad, su medida
es la audiencia
agradecida,
que hoy lustra con piedra
pómez
el nombre de Juan B.
Gómez,
en sus ochenta de vida.
Potrerillos, 21 de agosto de 2011
Hoy, un año
después de su partida, quizás convendría, y no sería exagerado o irreverente,
agregar a su epitafio una frase de Jorge Luis Borges que dice: “Que otros se jacten de las páginas que han
escrito; a mi me enorgullecen las que he leído.” Seguramente Juan B. recordaría
a Balzac, Zolá, Dickens, Papini, Blasco Ibáñez, Unamuno, Baroja y otros autores
favoritos suyos, y convendría en que, de algún modo, tales palabras del
eminente maestro argentino sintetizan y expresan lo que él pensaba.
Para terminar, señoras y señores, reitero mis felicitaciones
al amigo Chen Barría y, como humilde hijo de las faldas del Barú, les doy las gracias
a nuestra tierra y a ustedes.
Muchas gracias.
Culturama, David, 15 de
septiembre de 2012
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