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martes, 18 de septiembre de 2012

PALABRAS DE DIMAS LIDIO PITTY EN LA ENTREGA DE LA MEDALLA JUAN B. GOMEZ...


PALABRAS EN LA PRIMERA ENTREGA DE LA
             MEDALLA JUAN B. GÓMEZ AMADOR
      A LA EXCELENCIA CULTURAL

       Por D. L. Pitty

Señoras y señores:

Los organizadores de este significativo acto cívico-cultural —que se propone resaltar los esfuerzos y aportes a la búsqueda de la excelencia cultural realizados por el distinguido ciudadano José Chen Barría, haciéndole entrega de la medalla que lleva el nombre de don Juan Bautista Gómez Amador—, han tenido la gentileza de invitarme a decir unas palabras sobre el sentido de la ceremonia y, de modo ineludible, en torno a la trayectoria cultural y humana del amigo desaparecido hace un año, quien se caracterizó como un luchador incansable por la cultura.
Desde joven, Juan B., como lo llamaban sus amigos, fue un hombre consagrado a la vida, a las palabras y a los libros. Para él la lectura era un placer esencial y un medio, quizás sin parangón, de cultivo y  elevación espiritual.  
Recuerdo que, allá por la segunda mitad de la década del cincuenta del siglo pasado, dirigentes estudiantiles del Colegio Félix Olivares que militábamos en la Federación de Estudiantes de Panamá, como Roberto Kraus (+), Fabián Cubilla, Heraclio Sanjur, Julio Candanedo y Raymundo Pittí, entre otros, formábamos tertulias y debates en el Parque Cervantes y en las refresquerías del cine Alcázar y la Casita Blanca, en torno a coyunturas políticas, corrientes de ideas, escritores y libros que leíamos.
Los nombres de Rodó, Martí, Ingenieros, Hostos, Vargas Vila, Arévalo, Dostoievski, Gorki, Zolá, Sartre, Camus, Thomas Mann, Neruda, Lin Yutang, Malaparte, Jan Valtin y Virgil Gheorghiu afloraban en los diálogos. Y, por supuesto, obras como La náusea, El muro, El extranjero, La peste, El canto general, Los hermanos Karamazov, La madre, La piel, Kaputt, El patriota, La montaña mágica, La noche quedó atrás y La hora 25 eran objeto de atención y referencias.
Aunque era algunos años mayor que nosotros y escribía artículos de opinión en el diario Ecos del Valle, Juan B. se acercaba algunas veces a las tertulias y emitía comentarios sobre los temas debatidos, fuesen éstos históricos, políticos, literarios, éticos o culturales. Así nació la relación entre el adolescente que era yo y el adulto joven que era él.
Décadas después, tras muchas andanzas, vicisitudes, adversidades, venturas y ejecutorias, que cada cual afrontó por su lado, al reencontrarnos ambos, otra vez como residentes en el suelo natal, aquel trato superficial y esporádico se transformó en limpia amistad y aprecio mutuo.
Entonces Juan B. publicaba su columna “Al margen de los temas” en La estrella de Panamá y después, durante varios años, apareció en El siglo, donde fuimos compañeros. Simultáneamente, Juan B. producía el “Radioperiódico Impacto”, que se transmitía diariamente por Radio Chiriquí, la radioemisora del legendario maestro Ramón Guerra, y gozaba de gran sintonía.
Lo anterior quiere decir, pues, que desde edad temprana Juan B. entregó al periodismo sus mejores afanes y desvelos. Y no dejó de hacerlo hasta el final, como les consta a los presentes y a todos los chiricanos. Además, procuraba compartir la información y los conocimientos que había adquirido mediante la lectura.
Ahora bien, no se interpreten estas palabras en el sentido de que él era uno de esos seudoilustrados (endémicos en todas partes, como algunas plagas, insectos y malezas) que aprovechan la menor oportunidad, venga o no venga a cuento,  para ostentar su pedantería de aparentes sabihondos “leídos y escribidos”.
Juan B., por el contrario, habiendo sido temprano oficiante de la lectura y asiduo concurrente a bibliotecas —al respecto, recuerdo cuando, en los años sesenta, lo veía llegar, casi diariamente, a la Biblioteca Nacional de la ciudad de Panamá, entonces ubicada en el barrio de San Felipe, cerca del palacio presidencial. Luego supe que, durante sus años en el servicio diplomático en Madrid y Buenos Aires, visitaba las grandes bibliotecas y librerías de aquellas capitales—, no presumía de ilustración, sino que más bien utilizaba el fruto de sus lecturas para intentar comunicarse mejor con los demás.
Precisamente, porque comprendía que, en su calidad de periodista y escritor, la lengua hablada y escrita era su herramienta fundamental, Juan B. le concedía extremada atención a las cuestiones lingüísticas, de modo particular al buen uso en el habla cotidiana y a los aspectos ortográficos y sintácticos. Incluso en su radioperiódico mantenía un segmento fijo de correcciones idiomáticas.
Este interés suyo explica por qué la Academia Panameña de la Lengua lo distinguió con la designación de Académico Correspondiente, y también por qué fue honrado con el Premio a la Excelencia Periodística, en reconocimiento al trabajo de toda una vida.
Como ciudadano y hombre de intereses y preocupaciones culturales, Juan B. no dejó de aconsejar y promover el hábito de la lectura en la comunidad chiricana. Hasta regalaba libros, a entidades, colegios y personas, cada vez que podía. Era un convencido de que la lectura es el medio más efectivo y asequible para que cualquier persona se supere y adquiera una amplitud de perspectivas que le facilite el desenvolvimiento en la vida.
Y no le faltaba razón, por supuesto, porque los libros son la memoria de la especie: en ellos está no sólo lo que hemos sido, sino, en buena medida, lo que somos; y, además, contienen prenuncios o atisbos de lo que seremos o podremos ser. En consecuencia, aunque parezca hiperbólico o suene a disparate, se puede decir que, para toda persona sensible y abierta a los horizontes espirituales, en el interior de cada libro palpita la humanidad.
Ahora, en esa noble línea de inquietudes y de afanes, un grupo de chiricanos ha tenido la plausible iniciativa de crear un galardón a la excelencia cultural, destinado a resaltar los empeños y los aportes de quienes se preocupan y luchan por elevar los niveles educativo y cultural de la provincia.
En esta primera ocasión han escogido al ciudadano José Chen Barría para que reciba la presea. Chen Barría es un chiricano sobresaliente, sin duda, que siempre se ha mostrado interesado en los asuntos esenciales de la provincia, entre los cuales, obviamente, figuran la educación y la cultura.
Así, pues, la ceremonia que nos congrega posee doble significado: por un lado, es un merecido reconocimiento a los esfuerzos que ha desplegado José Chen Barría en pro de la educación y la cultura en la provincia; por el otro, es un homenaje a la memoria del ilustre periodista, escritor y noble amigo don Juan B. Gómez Amador, devoto de los libros y promotor incansable de la lectura y de la superación personal permanente en todos los niveles.
Juan B. murió veinticinco días después de haber cumplido ochenta años de edad. Con motivo del onomástico, fueron leídos en su radioperiódico unos versos de salutación que ahora comparto con ustedes, para que pensemos o sintamos que Juan B. sigue en los quehaceres cotidianos y esta noche está con nosotros:
 
A JUAN B., EN SU CUMPLEAÑOS

En Chiriquí, el periodismo
tiene un cultor consagrado,
cuya vida ha dedicado
al país, sin egoísmo.
Le sirven para lo mismo
el micrófono, la pluma,
el juicio claro y, en suma,
la cultura y el talento,
que alumbran su pensamiento
aunque haya noche o bruma.

Por la palabra y el acto
se conoce al hombre honesto
y en Chiriquí es prueba de esto
Radioperiódico Impacto.
Un programa fiel y exacto
en la verdad, su medida
es la audiencia agradecida,
que hoy lustra con piedra pómez
el nombre de Juan B. Gómez,
en sus ochenta de vida.

Potrerillos, 21 de agosto de 2011


 Hoy, un año después de su partida, quizás convendría, y no sería exagerado o irreverente, agregar a su epitafio una frase de Jorge Luis Borges que dice: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mi me enorgullecen las que he leído.” Seguramente Juan B. recordaría a Balzac, Zolá, Dickens, Papini, Blasco Ibáñez, Unamuno, Baroja y otros autores favoritos suyos, y convendría en que, de algún modo, tales palabras del eminente maestro argentino sintetizan y expresan lo que él pensaba.
Para terminar, señoras y señores, reitero mis felicitaciones al amigo Chen Barría y, como humilde hijo de las faldas del Barú, les doy las gracias a nuestra tierra y a ustedes.
Muchas gracias.


Culturama, David, 15 de septiembre de 2012



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