Por: Milagros Sánchez Pinzón. Semanario Cultuama. mspinzon@gmail.com
“Toda la riqueza del pueblo de Bahía, su gracia y civilización, toda su pobreza infinita, su drama y encanto, nacen y están presentes en esa parte antigua de la ciudad” Jorge Amado sobre Pelourinho
Mientras otros se dedican a realizar los últimos trámites para que el velero Cataya zarpe de la Bahía de todos los Santos, a más tardar el domingo 5 de febrero de 2012, rumbo a Barbados, en el Caribe, yo me dedico a recorrer el sector histórico de Salvador de Bahía. Me lo advierten desde un principio, anda con cuidado, es una zona caliente… cosa que descubriré poco a poco.
Debo tomar el Elevador Lacerda que, por quince centavos, me llevará de la ciudad baja a la alta, donde está Pelourinho, el barrio viejo de la capital bahiana y donde no solo encontraré las estructuras coloniales sino a los capoeiros -de los que tanto me han hablado- y a la Casa de Jorge Amado, el célebre escritor brasileño autor de la controversial Doña Flor y sus dos maridos.
Tan pronto desciendo del ascensor aparecen progresivamente la sede del gobierno federal, el municipio, los teatros, las iglesias, la Facultad de Medicina y un sinnúmero de edificaciones antíquisimas. Una placa indica que llevan años tratando de restaurar esta área.
Los colores, el movimiento de la gente y los balcones de Pelourinho me retrotraen al Barrio La Candelaria de Bogotá, en Colombia, y a Granada, en Nicaragua… aires similares se respiran por esos rincones, los que espero nos deleiten algún día en mi pequeño David.
En la plaza, frente a la Facultad de Medicina del siglo XIX, aparece Edgar, un maestro de capoeira. Apenas me ve con la cámara se me acerca y me indica que puedo participar con él de algunos movimientos. Como viven de eso debo apoyarlos con unos 30 reales mínimo. Ellos son varios, cuatro capoeiros y tres percusionistas, que tienen otra tarifa aparte. En varios puntos de Salvador de Bahía no puedes fotografiar o grabar si no aportas a los bailarines y músicos y si no lo haces se detienen inmediatamente en el espectáculo. Así también me pasó en el Mercado Modelo.
Debo tomar el Elevador Lacerda que, por quince centavos, me llevará de la ciudad baja a la alta, donde está Pelourinho, el barrio viejo de la capital bahiana y donde no solo encontraré las estructuras coloniales sino a los capoeiros -de los que tanto me han hablado- y a la Casa de Jorge Amado, el célebre escritor brasileño autor de la controversial Doña Flor y sus dos maridos.
Tan pronto desciendo del ascensor aparecen progresivamente la sede del gobierno federal, el municipio, los teatros, las iglesias, la Facultad de Medicina y un sinnúmero de edificaciones antíquisimas. Una placa indica que llevan años tratando de restaurar esta área.
En la plaza, frente a la Facultad de Medicina del siglo XIX, aparece Edgar, un maestro de capoeira. Apenas me ve con la cámara se me acerca y me indica que puedo participar con él de algunos movimientos. Como viven de eso debo apoyarlos con unos 30 reales mínimo. Ellos son varios, cuatro capoeiros y tres percusionistas, que tienen otra tarifa aparte. En varios puntos de Salvador de Bahía no puedes fotografiar o grabar si no aportas a los bailarines y músicos y si no lo haces se detienen inmediatamente en el espectáculo. Así también me pasó en el Mercado Modelo.
Después de hacer unos cuantos movimientos de este arte netamente brasileño que combina facetas de artes marciales, música y deporte (hice un video pero soy tan mala capoeira que me da vergüenza mostrarlo), avanzo por las empedradas calles y me percato de la fuerte presencia militar. Pregunto a qué se debe y me dicen que están en la calle pero en huelga.
Andaba por la Rua Gregorio de Mattos para comprar los boletos de entrada a un baile folklórico bahiano en el Teatro Miguel Santana, pero el mismo vendedor me dijo que a lo mejor no habría función porque el paro de la policía no garantizaba la seguridad en la noche. “Estamos en Salvador de Bahía”, me afirmó. Apreté un poco más el bolso de mi cámara y los pocos souvenirs que pude comprar a los artesanos.
Poco después, me sorprendí cuando otro tipo de agentes del orden paraban y revisan a unos chicos, revólver en mano, que recién caminaban a mi lado. Me imagino que así de “calientes” son la mayoría de las ciudades que concentran 3.7 millones de habitantes, por lo menos, las de nuestro mundo en desarrollo. Así que continúo mi periplo por Pelourinho, en busca de la Casa de Jorge Amado, ese literato bahiano famosísimo.
La casa de Amado conserva más de 250,000 documentos, fotografías, recortes de periódicos, artículos científicos, primeras ediciones y manuscritos de sus libros, premios, medallas. Este autor (1912-2001) ha vendido más 20 millones de libros y sus obras traducidas a 49 idiomas. La máquina de escribir que empleó el prolífico bahiano también se conserva aquí.
Después de caminar cinco horas con mis pies cansados, hago una última parada en el Mercado Modelo para gastar los pocos reales que me quedan. Hay tantas cosas hermosas que me gustaría llevar de recuerdo y pienso, Brasil, eres increíble, pero carísimo.
Poco después, me sorprendí cuando otro tipo de agentes del orden paraban y revisan a unos chicos, revólver en mano, que recién caminaban a mi lado. Me imagino que así de “calientes” son la mayoría de las ciudades que concentran 3.7 millones de habitantes, por lo menos, las de nuestro mundo en desarrollo. Así que continúo mi periplo por Pelourinho, en busca de la Casa de Jorge Amado, ese literato bahiano famosísimo.
La casa de Amado conserva más de 250,000 documentos, fotografías, recortes de periódicos, artículos científicos, primeras ediciones y manuscritos de sus libros, premios, medallas. Este autor (1912-2001) ha vendido más 20 millones de libros y sus obras traducidas a 49 idiomas. La máquina de escribir que empleó el prolífico bahiano también se conserva aquí.
Después de caminar cinco horas con mis pies cansados, hago una última parada en el Mercado Modelo para gastar los pocos reales que me quedan. Hay tantas cosas hermosas que me gustaría llevar de recuerdo y pienso, Brasil, eres increíble, pero carísimo.
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