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Chiriquí es un lugar extraño. Esta provincia de Panamá se considera nación y se comporta como tal. Para seres orgullosos y comprometidos con lo suyo y, como en el caso de algunos, con lo universal. Juan B. Gómez era uno de esos personajes.
Las biografías de Juan B. Gómez, que alguna saldrá si la justicia tiene pluma, dirán que era periodista. Yo, que lo conocí hace dos años y medio en el estudio de radio que parecía su hogar, diría que era un ser humano.
Esta redundancia no lo es. Y no lo es porque estamos en tiempos de deshumanización, de seres animados (y algunos animales) sin alma que los conmueva y sin causas que los hagan caminar. Un ser humano, si lo es, busca el conocimiento y ansía la honestidad; se reconoce en los Otros y pelea cuando la justicia o la dignidad es pisoteada.
Esta redundancia no lo es. Y no lo es porque estamos en tiempos de deshumanización, de seres animados (y algunos animales) sin alma que los conmueva y sin causas que los hagan caminar. Un ser humano, si lo es, busca el conocimiento y ansía la honestidad; se reconoce en los Otros y pelea cuando la justicia o la dignidad es pisoteada.
Conocí a Juan B. Gómez de la mano de Milagros Sánchez Pinzón, otra de esas chiricanas que hace patria con la pluma. Y Juan B. no se pavoneó ni me restregó sus 60 años de trabajo periodístico, sino que, en un acto de humildad, se interesó por mi débil caminar, por mis torpes líneas. A partir de ahí, la confianza reforzada cuando descubrimos que nos interesaban temas similares.
Con Juan B. Gómez se ha ido uno de los apoyos fundamentales de los activistas chiricanos que luchan por la conservación del ambiente en la provincia más amenazada por hidroeléctricas y proyectos descabezados. Juan B. Gómez, que se pudo haber beneficiado de publicidades o platas manchadas de espanto, apostó por su provincia y por su gente. Denunció con esa autoridad moral que te da el tiempo y una vida en la que no hay trapos sucios escondidos bajo las palabras.
Con Juan B. Gómez se ha ido uno de los apoyos fundamentales de los activistas chiricanos que luchan por la conservación del ambiente en la provincia más amenazada por hidroeléctricas y proyectos descabezados. Juan B. Gómez, que se pudo haber beneficiado de publicidades o platas manchadas de espanto, apostó por su provincia y por su gente. Denunció con esa autoridad moral que te da el tiempo y una vida en la que no hay trapos sucios escondidos bajo las palabras.
Ha muerto después de vivir y de luchar. Y eso no hay mucha gente que lo pueda decir. Una muerte así sólo se tiene cuando la vida de uno ha sido digna. Me temo que la de él lo fue. No significa que yo coincida con todo lo que él pensaba ni que compartiéramos los mismos anhelos, pero es que para respetar no hace falta ser igual, sino comprobar que el Otro es limpio, que el otro busca el bien, sea desde la posición ideológica o espiritual que sea.
Roger Patiño y Melva Miranda, esa pareja incansable, ilusionante, necesaria… Roger ha cabalgado, caminado y luchado por Chiriquí desde hace décadas y, ahora, en un trabajo poco conocido en la capital del país, junto a Melva siguen rescatando y potenciando el patrimonio cultural de cada uno de los municipios de la provincia al tiempo que arrancan al Estado con terquedad infinita infoplazas para lugares donde, de no ser por ese esfuerzo, no llegaría ni un cable. Roger también fue el creador, en 1988, del semanario Culturama que, hoy, con Milagros Sánchez al frente, es un dinamizador de la vida intelectual de los chiricanos.
Antonio Singh y su empeño en mantener la calidad y la apuesta del Boquete Jazz Festival, sin la fama ni el apoyo que tiene Danilo Pérez, pero con esa quinta energía que los chiricanos sacan de la tierra y las raíces.
Antonio Singh y su empeño en mantener la calidad y la apuesta del Boquete Jazz Festival, sin la fama ni el apoyo que tiene Danilo Pérez, pero con esa quinta energía que los chiricanos sacan de la tierra y las raíces.
Raquel Coba de Boyd, Yaritza Espinosa, Javier Grajales, Ezequiel Miranda o tantos otros ecologistas que han salido de veredas y barrios, han dejado la comodidad de la familia y han incomodado a las mismas para lucha por sus ríos, por sus montañas, por sus comunidades. Es una tarea dura y desagradecida pero sin gente como ellos, seguro, el mundo sería peor.
Faltan muchas y muchos en esta pequeña lista, pero me parecía justo que Juan B. Gómez se vaya con un último empujón a sus gentes y a sus causas. Se ha perdido parte del patrimonio de dignidad de Panamá y 2011 ha sido un mal año para esa cuenta de ahorros imprescindible en cualquier sociedad. Se me vienen ala mente otros dos luchadores fallecidos este año: Esteban Durán, el viejo activista Naso que plantó su alma frente a las indignas máquinas de Empresas Públicas de Medellín y ante la vergonzosa corrupción de los políticos de Bocas del Toro y Panamá; y Raúl Leis, pluma y mente fundamental para entender este país y activista incansable en la construcción de un país más justo y equitativo (por cierto, les recomiendo visitar el hermoso homenaje que está construyendo su hijo Raúl Alberto Leis Arce en la red: http://www.raulleisr.com). Que la paz que buscaron todos les acompañe ahora en su regreso a la tierra.
* Foto de Paco Gómez Nadal al recibir en el Festival de Antaño de Dos Ríos, Dolega, su cédula de chiricano.
* Foto de Paco Gómez Nadal al recibir en el Festival de Antaño de Dos Ríos, Dolega, su cédula de chiricano.
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