Mi amigo, el capitán Livingston, ha llegado a Panamá
después de meses de navegar por el Atlántico y el Caribe. Ha atracado en Portobelo (la Bahía que descubrió Cristóbal Colón
en 1502), para después cruzar el Canal de Panamá y proseguir a donde le lleven los vientos del Pacífico.
Como siempre, por su invitación, aprovecho las andanzas del velero Cataya por los mares del mundo para conocer diferentes puertos y ciudades.
Como siempre, por su invitación, aprovecho las andanzas del velero Cataya por los mares del mundo para conocer diferentes puertos y ciudades.
Mi primera visión de Portobelo fue
decepcionante, tengo que decirlo aunque me duela porque se trata de la gente de
mi país: la basura abunda por casi todas las calles. No comprendo cómo un sitio declarado Patrimonio Histórico de
la Humanidad por la UNESCO pueda mantenerse en condiciones tan lamentables,
cuando es una potencia turística no solo por su importancia histórica sino
también por su belleza natural.
Me cuesta adaptarme. Mi mente rechaza la desidia en la cual parece aletargada la población y me anodada el por qué las autoridades locales y nacionales, no han aplicado programas especiales para la puesta en valor de esta joya histórica y litoral de Colón. Comprendo que todo es cuestión de educación, he visto lugares similares en el Caribe, América Central y Sudamérica, algunos con menos potencialidades pero su gente y líderes han sabido dirigir los recursos existentes al desarrollo inteligente del turístico histórico.
Superada la barrera psicológica de la
aprensión, decido comenzar a captar con mi cámara los sitios más inmediatos a
mi punto de anclaje, testigos mudos de cientos de vivencias increíbles (eso si, no puedo tomar fotos de los puntos negativos): La Casa
Rodríguez, edificio de principios del siglo XVII, con su pozo y hornos antiquísimos,
sede actual de la Autoridad del Turismo;
la Aduana o Real Contaduría, un inmueble que data de 1630 y guarda
todavía parte de su esplendor renacentista. Ahí me encuentro con dos lindas y traviesas niñas: Jacqueline
(de madre africana) y Angie (de madre dominicana) nacidas en el Porto Bello.
La Batería de Santiago, proyectada en 1753, construida después del ataque del pirata Vernon a Portobelo. Y es que Portobelo fue uno de los más importantes puertos coloniales; por aquí pasaba el oro y la plata de las minas sudamericanas hacia la Madre Patria, de ahí que fuera el epicentro de los ataques corsarios durante décadas.
Por estos mismos suelos que recorro, hace 324
años, Henry Morgan, acompañado de más de 460 hombres, saqueó todo el Puerto durante catorce días, torturó,
violó y asesinó a sus pobladores.
Todo lo robado se lo llevó en nueve galeones.
Francis Drake, quien tenía como objetivo principal establecer una base inglesa permanente en Panamá para poner en jaque los dominios españoles en el Caribe, murió en este sitio de disentería cuando contaba con 56 años. Su cadáver fue arrojado en un ataúd en esta Bahía sobre la que se mece hoy el Cataya. De la misma manera pasaron y arrasaron
Portobelo, William Parker y el
almirante Edward Vernon.
No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu país.
ResponderEliminarJohn F. Kennedy
Como bien dices Milagros, somos los ciudadanos los que debemos tomar las iniciativas, para sacar el potencial a nuestros sitios de interés histórico y turístico.
La ayuda gubernamental es importante, pero de que sirve arreglar si los ciudadanos no toman conciencia del potencial que pueden obtener de estos diamantes en bruto.
Gracias por la nota y pronto regreso.
Gracias Antonio, todo lo que pudiera hacerse aquí si los ciudadanos se vuelven pro activos....
ResponderEliminar