Por: Milagros Sánchez Pinzón. mspinzon@gmail.com
Solo una tarde y una noche. Solo una tarde y una noche tenía para dar una primera y rápida mirada a los cientos de interesantes sitios para visitar en Madrid, la capital de la madre patria.
Después de un viaje de casi diez horas sobre el Atlántico, desde el pequeño Istmo de América, me encontraba en el Metro madrileño para llegar a un hospedaje en la Gran Vía. Desde ahí podría alcanzar, caminando, la Plaza Mayor, la Puerta del Sol, la fuente de las Cibeles y el Museo del Prado.
Este último punto llamaba más mi atención. Era la gran oportunidad para apreciar el sitio que alberga la mayor concentración de obras maestras por metro cuadrado en todo el planeta.
Nunca imaginé que en unas pocas horas podría estar frente a los lienzos de los principales maestros europeos de los siglos XVI al XIX. Ante Las meninas y El crucificado de Velásquez; Las majas de Goya; El Carlos V a caballo en Muhlberg, de Tiziano, las figuras alargadas de El Greco; Las tres gracias de Pedro Pablo Rubens; El lavatorio de Tintoretto; El Adán y Eva de Durero. Y otras genialidades de Rembrandt, Rafael, Van Dyck, Murillo, Zurbarán, Veronese, El Bosco… En total, 900 obras, las más representativas de las casi 8000 inventariadas por este magnífico templo del arte mundial.
El encuentro no solo fue con pinturas monumentales, sino con trabajos de reducidos tamaños; extraños, misteriosos, la mayoría cargados de una intensa religiosidad. Eran las extraordinarias formas y colores que moldearon esos inigualables alquimistas del pincel centurias atrás.
Satisfecha entonces de haber tenido la oportunidad de contemplar tanta riqueza pictórica, un paseo por la puerta del Sol y la Plaza Mayor cerraría mi noche por la tercera ciudad más poblada de Europa; la tierra donde se decidió durante siglos el destino de todos los hispanoamericanos…
* Todas las fotos, excepto Las meninas de Velásquez, La maja vestida de Goya y Adán y Eva de Durero, tomadas por Milagros Sánchez Pinzón.
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