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lunes, 17 de enero de 2011

EN EL HOGAR DEL COTINGA PIQUIAMARILLO...


Por: Milagros Sánchez Pinzón. Semanario Culturama. mspinzon@gmail.com

Circundar  la serranía de Batipa, formación montañosa que se yergue hasta los 304 metros sobre el nivel del mar,  era el objetivo de Rafael Luck y Euclides “Kilo” Campos, dos apasionados observadores de aves que se trasladaron desde la ciudad de Panamá con el firme propósito de ver, para fotografiar,  al Cotinga de pico amarillo (Yellow-billed Cotinga).
Recorrer los 444 kilómetros que separan la metrópoli istmeña de Batipa, en los límites entre los distritos de David y San Lorenzo, en la provincia de Chiriquí, es obligatorio para todo aquel que desee contemplar esta preciosa ave, en peligro de extinción, pues según los reportes solo se localiza en esta cuasi península de las costas del Pacífico chiricano y en los manglares de Pedregal.
Nos invitaron a participar de esta expedición, el domingo 16 de enero de 2011, a casi un año del primer intento infructuoso por estas mismas tierras,  tras la codiciada especie. 

Rafael, armado con su Canon EOS 7 D y su lente EF 300 mm F 2.8, ansiaba sumar la imagen de esta blanquecina ave a su colección de más de 550 fotografías. Cinco años ha dedicado a esta paciente pero gratificante actividad recreativa. 

Kilo, por su parte, aunque es un guía de turismo profesional, tiene ocho años en el birding (observación de aves),  larga experiencia que le permite identificar a los alados tan solo con escuchar su canto.

A las siete de la mañana ya nos encontrábamos en Batipa.  Las dos primeras horas resultaron vanas, a pesar de introducirmos por un enmarañado bosque de tecas, heliconias y otras especies arbóreas que conducían a un manglar, hábitat frecuentado por este pájaro que alcanza hasta las 8 pulgadas de longitud y que para cualquiera  podría confundirse con una paloma blanca.
En el camino, Kilo nos sorprendió por su  agilidad y osadía ante terrenos que muy pocos se atreven a penetrar sin la ayuda de un machete… Su celo por divisar el Cotinga superaba cualquier temor.

Exactamente a las 10:00 de la mañana, cuando el experto sugirió que nos detuviéramos frente a un malagueto cargado de frutos, la esplendorosa ave se posó sobre una de las ramas para degustar -por varios minutos- de éstos, sus alimentos preferidos.  Se trataba del macho "todo blanco puro inmaculado, con la corona teñido de gris perla" (Ridgely  y Gwyne, 2005), porque la hembra -que no lo acompañaba- posee alas grises con el borde blanco.
Ajeno a los lentes de  tres poderosas cámaras,  las andanzas del piquiamarillo  de rama en rama se  convirtieron en un festín inigualable para quienes lo contemplaban extasiados y plenamente satisfechos.  La espera de tantos años por esta exótica ave, tan difícil de observar, fue  recompensada con la captura digital de más de 50 fotografías. 
Ojalá el avance de las fronteras urbanas no terminen por destruir para siempre el ecosistema que requiere para sobrevivir esta hermosa especie del reino animal.  Y, si desaparece el Cotinga de pico amarillo,  que pervivan estas fotos, dedicadas con las palabras de David Jansen:

 “… a todos aquellos niños tropicales cuyos hijos nunca verán
la naturaleza tropical en toda su compleja belleza natural, 
porque sus gobiernos se la cambiaron por el desarrollo 
y el crecimiento económico”. 

Foto No.1.  Serranía de Batipa desde Bahía de Muertos (Milagros Sánchez Pinzón)
Fotos del Yellow-billed Cotinga (Carpodectes antoniae), Olmedo Miró Rodríguez.

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